Es ya casi año y medio que vivo y trabajo en Italia. Tuve la fortuna de ser contratado por una empresa que se ubica en Lombardía, y digo fortuna porque esta región es el motor económico de Italia. Con una población de 10 millones (similar a Bolivia) y un PIB de más de 400 millones de dólares, en Lombardía no se veían indigentes en las calles, y en el trabajo al contratarme me aseguraron que el sistema de salud era el mejor de toda Europa. Me sentía seguro y afortunado, pues estaba viviendo en la 8va economía del mundo y además en la región más próspera de este país. Desde ese momento la vida en Mantova (mi ciudad) siempre transcurrió tranquila. Recuerdo que hace un mes cuando se comenzaba a escuchar del “coronavirus”, mis compañeros de trabajo se burlaban de las pocas personas que decidían usar barbijo y los llamaban “stronzi” o estúpidos en español. De hecho el primer contagiado de COVID-19 en Italia vive a 5 km de mi residencia, pero aún así la vida seguía siendo normal.
De repente todo cambió y las medidas se fueron radicalizando casi cada día. Primero cerraron los bares, luego los cines. Paulatinamente los restaurantes y cualquier actividad comercial que no fuese esencial, se vieron obligados a suspender sus operaciones. Nuestra región fue la primera en entrar en cuarentena en toda Italia y tomando en cuenta esta “agilidad” por tomar medidas drásticas, sumada al ya mencionado excelente sistema médico, nos quedamos tranquilos en casa simulando una vacación. De hecho si bien el gobierno dijo que las medidas serían hasta el 3 de abril, en el trabajo nos enviaron a casa solo por una semana, pensando que luego todo se solucionaría. Pero son ya dos semanas que estoy en casa y a este punto, sinceramente no sabemos cuando esto vaya a terminar. Solo este viernes se registraron más de 400 muertos en Lombardía y pasamos a ser el país con mayor número de muertos por el virus del mundo. Además tan solo hace un par de días, el primer ministro Conte indicaba que a pesar de estos números, el pico de contagios todavía no se alcanzó y llamó a la población a la calma y solidaridad, pues dijo que las siguientes tres o cuatro semanas serán decisivas en esta lucha.
La tercera economía de Europa y todo comenzó con un par de contagios, como en Bolivia hoy. Entonces, ¿Qué podría evitar que con una economía mucho más débil que la italiana y un sistema médico mucho más precario como es el nuestro, nuestro país pueda sufrir el mismo destino? Estos dos factores no tienen porqué hacernos perder las esperanzas, pero si nos deben llevar a una profunda reflexión que culmine con un accionar concreto personal por parte de cada boliviano. En juego está nuestro futuro y la vida de nuestros padres y abuelos. Quiero creer en primer lugar tenemos el tiempo a favor, pues Italia declaró cuarentena el 8 de marzo con ya más de 7000 infectados y 1500 muertos. En Bolivia ya se tomaron medidas similares y tenemos por ahora solo 20 casos. Segundo, lo que debemos hacer no es difícil pero si requerirá compromiso, requerirá que aprendamos a cambiar nuestras costumbres no por dos semanas o un mes, pero probablemente por medio año o hasta 18 meses (que es lo que estima un estudio del Imperial College de London, podría demorar la globalización de una vacuna). ¿Por qué en Italia de repente se dispararon los casos de contagios? Por su cultura. La mala noticia es que su cultura es muy similar a la nuestra pero la buena es que nosotros comenzamos a tomar medidas antes que ellos. El italiano al igual que nosotros es muy de familia y, aunque vivan solos, visitan por lo menos 3 o 4 veces a la semana a sus padres, abuelos, tíos y parientes cercanos. Los italianos se saludan con apretones de mano y besos en las mejillas, algo que es normal para nosotros los bolivianos, pero poco común a nivel global. Además esta cultura de familia, combinada con la fiesta, los juntes con amigos y el comer afuera, generaron la oportunidad perfecta de contagio. En un país con el segundo porcentaje más alto de personas adultas del mundo, este contagio generó una mayor mortalidad, pues el virus es más peligroso para personas mayores de 68 años (el 98% de los fallecidos en Italia están por encima de esta edad). Entonces la misión es clara: debemos reformular nuestras costumbres y quedarnos en casa. Ninguna medida acatada por el gobierno, por más extrema que parezca, tal vez llegue a ser suficiente; pero si nosotros cambiamos nuestro diario vivir, tal vez nosotros seamos más que suficiente.
El hacer esto nos permitirá salvar la vida de nuestros seres queridos y tenemos que tener claro en qué forma. Todas estas medidas y el #SocialDistancing como lo han llamado en Estados Unidos, le permitirá a nuestro país ganar tiempo y evitar que los casos de contagio crezcan desmedidamente ante un sistema médico incapaz de atenderlos. Como la presidente alemana y el primer ministro británico mencionaron: eventualmente se espera que hasta el 60 o 70% de la población llegue a contraer el virus. Pero es mucho más fácil atender a este 60%, si se contagian durante un periodo de 2 años que en el lapso de un mes de no tomarse estas medidas. En las siguientes gráficas publicadas por The Washington Post se puede observar la diferencia que puede ocasionar la cuarentena y nuestro cambio de costumbres en una población de 200 personas. Es fácil entender porque no queremos ni podemos en Bolivia lidiar con toda esa marea de personas en el área naranja en los siguientes meses.
Entonces debemos poner de nuestra parte desde ya. Pero debemos también tener en claro que no será el final de la batalla, que habiendo aplanado la famosa “curva”, habremos salvado vidas (que es nuestra prioridad), pero inevitablemente habremos dañado nuestra economía y vendrán tiempos difíciles. Luego del mes de inmovilidad económica de octubre 2019, sumado a los efectos de este aislamiento tanto para empresas privadas como del estado y a la caída global del precio de minerales y del gas (de los cuales nuestra economía depende en gran medida), serán meses duros y tendremos una vez más como bolivianos que levantarnos, dar pelea y volver a surgir. Lo haremos, claro que podremos, pero debemos saber a lo que nos enfrentaremos. La posible recesión económica, no será culpa de este gobierno, ni del que venga más habrá sido un consecuente de la decisión de poner la vida del boliviano y su salud por encima de cualquier otro medidor. Es una decisión acertada y ahora nos toca en primer lugar, hacer que valga la pena.
“El coraje no es la ausencia de la desesperación, es más bien la capacidad de seguir adelante a pesar de la desesperación” Rollo May
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